Ya hace más de un año, cuando comenzaba a proponer este blog, pensaba que reflexionar sobre la Educación que necesitamos también era una forma de buscar una forma diferente de Psicología Educacional. Hace unos minutos encontraba unos apuntes bien interesantes al respecto en una conferencia que propuso Francisco Leal, psicólogo chileno de la Universidad de Tarapacá. Francisco analiza la crisis en la educación chilena y a partir de lo allí vivido reflexiona sobre la pertinencia y necesidad de revisar lo que la Psicología Educacional puede aportar. También recupera y subraya la dimensión ética y política del quehacer de los psicólogos que en la educación trabajan.
En Uruguay venimos debatiendo sobre la educación y, seguramente, lo seguiremos haciendo. Sería muy oportuno no dejar fuera del debate a la Psicología Educacional y el quehacer de los psicólogos que en educación trabajamos. ¿De qué forma podemos contribuir a la educación que necesitamos desde la disciplina, desde las acciones concretas y desde el rol profesional ?
A continuación, transcribo el tramo final de la conferencia que ha sido para mi de mucha claridad y una invitación a la reflexión comprometida sobre lo que hacemos:
Muy por encima y sin ser exhaustivos, hemos tratado de dimensionar algunas aristas de la crisis en educación. Pero, ¿qué hay de la psicología? ¿Tiene algo que decir al respecto? Claro que tiene que decir, y mucho. Examinar lo que podría decirse desde la psicología respecto de cada uno de los temas planteados sería una tarea titánica, y no intentaremos hacerlo aquí. Lo que podemos hacer con mayor provecho, es examinar, de manera gruesa, lo que sí ha dicho, o, complementariamente, lo que no ha dicho.
Para ello, señalemos que, como profesionales de la psicología, podemos aportar en distintos niveles. En el nivel técnico, por ejemplo, estableciendo si tal o cual instrumento de evaluación refleja mejor o peor la realidad del grupo con el que se realiza la acción pedagógica, o sugiriendo un programa de acción adecuado para la atención de un alumno con necesidades educativas especiales. O en el nivel disciplinar, por ejemplo, brindando explicaciones desde uno u otro marco teórico para tal o cual situación. O en el nivel estratégico, por ejemplo, colaborando en la construcción de un plan educativo institucional. O, finalmente, en el nivel ético, sea axiológica o deontológicamente.
Mirando desde esta perspectiva, podemos ver que la psicología, tanto a nivel mundial como a nivel local, ha situado sus aportes particularmente en los niveles técnico y disciplinar, y eventualmente, en el nivel estratégico. Y constatamos que, en esos niveles, ha sido francamente útil. Sin embargo, ¿Útil para qué? ¿Útil para quién? Esas preguntas sólo pueden ser respondidas en el nivel ético, nivel en el cual muy escasa y tímidamente la psicología ha incursionado, si es que lo ha hecho. Y en educación, no ha sido la excepción. No puedo dejar de recordar un artículo escrito por la Dra. María Teresa Juliá hace ya un par de décadas, en que examinaba el rol que la psicología educacional jugaba en ese entonces, y que tituló: “Una psicología cómplice”. Cómplice, porque era funcional a una política educativa rotuladora, segregadora, discriminadora, que facilitaba la adscripción individual de los fracasos institucionales, al encontrar siempre causas personales para resultados socialmente previsibles. Ha corrido historia, pero no parece que las cosas hayan cambiado mucho.
No obstante, hay que ser justos, y señalar que es poco realista hablar de “la psicología”, puesto que hay muchas formas de entender y hacer psicología, algunas de las cuales incursionan en niveles que permiten la crítica al sistema instalado. No obstante, la tendencia más fácilmente observable parece quedar bastante bien representada por lo descrito por la Dra. Juliá.
Por otra parte, lo que me parece más importante, hay que distinguir entre la disciplina, que es una abstracción, de los psicólogos, que son agentes activos. La historia no la escriben las abstracciones, sino los agentes, las personas concretas. Y como tales, los psicólogos, en la práctica de la psicología educacional en el país, no hemos sido muy diferentes de lo que cabría esperar siguiendo la “corriente principal” de la psicología, que claramente ha sido funcional a las ideologías hegemónicas.
Por esta razón, es necesario recordar que la práctica de la psicología, como la de cualquier profesión, es siempre, por acción u omisión, una práctica política. Esto no puede seguir siendo ignorado. Por ello, al preguntarnos en el contexto de las movilizaciones que se han desarrollado este año por el rol que puede jugar la psicología al respecto, no cabe sino decir que no depende de la psicología, sino de los psicólogos, en tanto agentes sociales. Como el caso de Ignacio Martín-Baró, quien, usando los recursos más tradicionales de la psicología fue capaz de contribuir de manera crucial a la transformación política y social de El Salvador. Por eso, creo que el rol de la psicología en este movimiento y en la transformación social, está, literalmente, en las manos de los psicólogos, en la forma en que cada uno de nosotros encare cotidianamente la práctica de esta profesión, en tanto que, inevitablemente, tiene consecuencias políticas.
Referencias
Leal, Francisco (2011) De la crisis en educación, la psicología y los psicólogos. Conferencia ofrecida en las Jornadas Interuniversitarias de Psicología. Iquique, Chile
Psicología Educacional y proyectos colectivos
XIII Jornadas Internacionales de Psicología Educacional. La Serena, Chile.